miércoles, 8 de noviembre de 2023



Me gustaban los colores. 

Me gustaba la melancolía de la adolescencia. 

No tener qué recordar más que un pasado 

como el rocío o la calima suspendida. 

Me gustaba el arroz de mi abuela,

la cerveza fría, los frijoles. 

El olor de las pipas talladas,  

tan dulces, tan humeantes. 

Me gustaba soñar con despertares, 

con los ojos de un extraño entre mil ausentes. 

Poder apretar el paso 

hacia ninguna parte; 

correr hasta que me pitase el pecho en sinfonías. 

Me gustaba mi yo entre picos y envolturas, 

sin espejos, sin imágenes elegidas. 

La voz de mamá dulce y quijote, 

la inquietud por la reprimenda sin condena. 

Me gustaba ser como nadie semejante,  

nueva como el agua en las mejillas. 

extrañamente distraída,  

la burla de algún otro aún más doliente. 

No temer a Dios ni a los hombres, 

no huir jamás de la utopía. 

Me gustaba vivir sin ser consciente, 

moquear, gemir, reír a carcajadas. 

Ser parte de un todo imprevisible, 

una aventura, 

un planeta, un infinito, 

esa enorme libreta sin márgenes. 

 

Nená de la Torriente 

sábado, 14 de octubre de 2023


 Háblame aunque el sol sea de sombra 

y tu pena la del niño con el dulce, 

aunque las saetas del reloj se doblen 

a ritmo de trompeta 

o la risa sea un canto en pesadumbre. 

Háblame como yo te escribo, 

como yo clavo mi pupila en tus vividos paños, 

como te abrazo aunque no me veas 

y pronuncio tu nombre y lo columbro. 

Más allá de las colinas está tu sangre 

y la mía  yace aquí sobre la arena 

¿y no somos lo mismo en todas partes? 

Háblame y no dejes de crecerme sobre tu tapia, 

no abandones tu suspiro en mi desfiladero, 

Que todas las palabras vuelvan  

que vuelvan los sonidos, 

que regrese el acuerdo y la misericordia 

de ser siendo lo mismo:  

Hermanos.  

   

Nená de la Torriente

domingo, 28 de mayo de 2023

 


Cada matiz, cada silencio, 

cada ululato que se escapa del pecho 

regresa a cada uno, impenitente, 

se purga para reaparecer en gestos 

que persiguen el concilio con los otros. 

Y todo vuelve a empezar: 

Más reservas, más rugidos, 

noches en vela, noches de ausencia, 

sonrisas íntimas y placenteras 

a espaldas de otras memorias.  

El ahogo debajo de la piel 

que se sabe esclavo de un solo dueño, 

renuente siempre por darse entero 

como espera el mundo de todos sus hijos. 

Al amanecer repites leontinas de palabras, 

algunos días, sonidos intraducibles 

como ensalmos que vendrán a sanarte: 

Me han querido, me han querido, me han querido, 

me han querido. 

Aunque no sepan quién eres, 

aunque no conozcan todas tus escalas, 

todos tus apetitos, tus balanceos, 

tus sótanos más profundos 

o tus momentos de luz más deslumbrantes. 

 

Nená de la Torriente

viernes, 28 de abril de 2023

 


El mundo no nos acoge en su regazo, nos tolera. 

Vivir para recorrer lo que se pueda, 

no te equivoques, 

infinitos posibles no se encepan 

ni más pan del que pudiste hacer acopio. 

Un poco de suerte en el desorden 

de sucesos o voces balbucientes, 

otro poco de afectividad 

detrás de algún bardal con expresión humana. 

Tal vez imaginar un amor palatino 

en un minúsculo gesto, y ya. 

No te demores. 

Eres la vida arañando el légamo, 

el esfuerzo, 

las ganas por seducirte, 

la batida incesante, el amor, 

el frágil vestigio del que añora. 

Hazme caso, 

ve y ata tu barbuquejo 

antes de que el viento levante tu sombrero, 

y de que el mundo olvide, irreparablemente, 

que estuviste aquí. 

 

Nená de la Torriente

viernes, 14 de abril de 2023

Los nombres de las cosas 

languidecen, 

se rinden 

como terrones de arena 

en palmas que se cierran. 

La memoria, 

la temida celda 

de reproches y apremios, 

larva su ventaja 

sobre el juicio, 

deja al corazón huérfano. 

Nos hacemos inapreciables, 

olvidadizos, 

la sombra 

en una pared desmedida 

de minúsculos gestos, 

espuria 

en horas de luz, 

licenciosa 

en el crepúsculo. 

Nadie sabe 

cómo arde el otro 

ni cómo consume el pábilo de su vela 

para descansar del siglo. 

Nadie escucha 

al otro lado de la puerta 

ni abraza la orfandad 

de sus temores. 

Estamos solos, 

pero el alma ni ayuna 

ni es infructuosa, 

no es impar 

 ni deja nunca 

de recordar a quien visita.  

Es promesa y advenimiento. 


Nená de la Torriente