viernes, 14 de abril de 2023

Los nombres de las cosas 

languidecen, 

se rinden 

como terrones de arena 

en palmas que se cierran. 

La memoria, 

la temida celda 

de reproches y apremios, 

larva su ventaja 

sobre el juicio, 

deja al corazón huérfano. 

Nos hacemos inapreciables, 

olvidadizos, 

la sombra 

en una pared desmedida 

de minúsculos gestos, 

espuria 

en horas de luz, 

licenciosa 

en el crepúsculo. 

Nadie sabe 

cómo arde el otro 

ni cómo consume el pábilo de su vela 

para descansar del siglo. 

Nadie escucha 

al otro lado de la puerta 

ni abraza la orfandad 

de sus temores. 

Estamos solos, 

pero el alma ni ayuna 

ni es infructuosa, 

no es impar 

 ni deja nunca 

de recordar a quien visita.  

Es promesa y advenimiento. 


Nená de la Torriente

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