Qué sencillas son las palabras
cuando las palabras no importan,
cuando su peso no agobia ni nos asfixia
en el límite mismo de la vida.
Un te quiero, un estaré aquí cuando vuelvas,
el reducto perfecto para estar sin ser visto
en locuras íntimas y ajenas.
Y es que quizá nadie vuelve,
y es que quizá nadie ama,
ni a la sombra que lánguida llora
bajo aquella espalda,
ni a ese tenue resplandor en los ojos
que más acá se precipita.
Me derribo aquí bajo el suelo
respirando bajito,
entre pequeñas criaturas y grandes secretos,
expectante
y en herida permanente,
por si regresa el peso de las palabras:
El agobio
y hasta la asfixia...
Nená de la Torriente