Llueve y
nos volvemos terrones en tazas de té,
tan livianos, tan pacatos,
en amnesia pudibunda.
Te he escrito tantas veces
que olvido tu nombre y
el significado de nuestro pacto.
La maleza ha tomado posesión
de tu cuerpo;
pierdo la memoria de mi paso
entre esta niebla
que ciega el enorme ojo del puente,
camino a casa.
Pancista e ignava
me retiro a algún lugar
del que no sé dar domicilio,
construyo un haz de luz
en proporciones exactas
que quepa en mi palma,
así retengo el mínimo recuerdo
de mí misma
y de algún ayer,
contigo,
que ya no es el nuestro.
Nená de la Torriente