miércoles, 30 de noviembre de 2011


Aquel noviembre me tumbé en el parque 
y me fijé en aquel enorme árbol, 
imaginé que cada una de sus hojas 
podría ser una mano 
con su correspondiente brazo.  


¡Vaya! Pensé la cantidad de abrazos
que podía tener para mí sola.
Luego deduje que tendría que repartirlos,
hay mucha gente que necesita un abrazo.
¿Pero por qué ese árbol?
El color.
Su color es tan claro
que parece que está a medio hacer,
como los niños.
¿Y quien da abrazos de lujo?
Seguí pensando,
ese árbol era una auténtica lotería.
Ahora bien,
¿qué pasaría si todos esos pensamientos
los dijese en voz alta?
Me tomarían por una auténtica estúpida,
sin duda.
Pero, ¿qué ocurriría si alguien escuchara
mis pensamientos en voz alta
y los aceptara como simples ideas?


Pues que tendría un legítimo compañero.



Nená

Hoy es de esos días 
angustiosos. 
Fuera,  un sol acaricia el suelo, 
el tejado,  las puertas,  todo. 
Y lejos del mimo  
me convierto en una marioneta. 
Estoy sola. 
Voy trepando los hilos, 
y no encuentro a nadie, 
ni una sombra. 
Contengo el llanto, 
no quiero llorar, 
me enrabieta. 
Soy como esos 
dibujos animados, 
que con un serrucho, 
van haciéndoles un círculo 
alrededor de sus pies. 
Me voy a caer al vacío 
como en la tele, 
no como en el plasma,  
-como dirían los pretenciosos, 
los que llevan los bolsillos cosidos- 
Y no puedo escapar,  no puedo, 
porque sólo soy un dibujo animado. 




Nená

Miraba crecer los renacuajos  
con sus cabezas grandes 
serpenteando sus colas, 
y el reflejo de su cabello  ondeaba en el agua, 
como ondean las banderas 
de colores en los barcos 
cuando parten del puerto. 


El bebedero era su puerto, 
donde el ganado se arrimaba 
a beber y ella les contaba 
cuentos de marinos, 
y de extraños personajes, 
pero nunca de princesas. 
Los animales eran toda su compañía 
y con ellos fabulaba mil historias:  


‘Más allá de las colinas hay otros mundos, 
les decía, donde los hombres calzan 
zapatos de corcho, pintados de negro, 
y visten con el tronco de los árboles 
debajo de la ropa. 
Vienen de otro universo 
y tienen miedo al agua. 
Lo hacen por si se caen al mar, 
así flotan’. 



Cada tarde al caer el sol, 
el ganado miraba a la niña 
con sus enormes ojos, 
como si pudiera entenderla. 



Nená

martes, 29 de noviembre de 2011


Si al menos pudiera 
apoyar un momento 
mi frente en tu espalda, 
y hablarte lento 
dos o tres palabras, 
apenas audibles. 
Tú el buzón, 
yo la carta de renuncia 
no enviada. 
Sé que eres 
el único recipiente 
para ese envío. 
Lo he pensado mucho. 
¿Pero qué es el tiempo 
sin las agujas
o el espacio sin  las distancias?  

Lo sé. 
Somos unos extraños. 



Nená


Son palabras mágicas,
te invito a un café.
Luego no cae ese café,
caerán otras cosas,
pero es como una pipa de la paz
o un tómate un algo conmigo.





Algunos psicólogos
- nótese que no le he quitado la –p-,
vinculan el café de algún modo al sexo,
por asociación al asunto oscuro supongo,
porque ya me contarán qué clase
de acertijo se traen con el susodicho:
cálido, sensual, de tierras  
del otro lado del paraíso.
No sé yo, no me convencen.
Yo soy del café con leche
de toda la vida,
y a ser posible con croissant,
una berlina no iría mal,
o una tostada, o una pieza de fruta,
y no veo sensualidad alguna
en mi taza de porcelana.
Claro que, puestos a ponernos sensuales
se puede hacer siempre un 'poder',
faltaría más.
Bueno, tampoco es eso.



Nená

Lo diré bajito 
casi como si no lo dijese,  
que se me pasa por la cabeza 
tu figura, errando siempre, 
tímida pero altiva, 
como la de un Quijote 
de otra época. 
Y alguna tarde, 
cuando enredo mis dedos 
sobre las rodillas 
y apoyo la cabeza 
en ellas, 
juego a trenzar mi pelo, 
e imagino que me imaginas 
-sólo un poco-, 
en algún lugar de tu mente. 
Jugamos a las canicas,  
inventamos cromos, 
lloramos sin beber anís 
-que invita,  no sé si sabes- 
Y tal vez, sólo tal vez, 
se escape una centella, 
dos, media docena, 
una tormenta de estrellas, 
y necesitaríamos a toda prisa   
una boca de incendios.   


 Nená

Ser difunto en el huerto
rodeado del empuje
y de la esencia de lo vivo,
es la mejor forma de consumirse,
la dulce despedida.
Me gustan los mayores,  
los ancianos, los viejos,
pero detesto los centros
donde los recluyen.
Deberían estar llenos de niños,
y de jóvenes, y de color.



Partir en blanco y negro es morir  
antes de tiempo.
¿Nos preparamos para nacer?
¿Por qué debemos
prepararnos para morir?
Todo el tiempo es vida,
y ni un segundo,
ni un solo segundo hay que desgastarlo.


Nená

lunes, 28 de noviembre de 2011

Volver atrás no se puede, 
deshazte de esas rastas  viejo. 
Ya no tienes veinte años 
y odiar a muerte el jabón 
a esa edad no importa tanto. 
Ven conmigo al bar Anita, 
te arrimaré una cerveza. 
Sí, yo también he leído 
y conozco las palabras que recitas, 
pero vararse en la arena,  viejo, 
es enterrase en la playa. 
Aún puedes crear tus poemas. 
La libertad no lleva vestido, 
ni una pinta estrafalaria, 
te vendieron un 65 trasnochado, 
y una Ibiza envuelta 
en papel de colores. 
No,  yo no estaba allí,   
aún andaba en el corazón 
de mi madre. 
Pero viejo, créeme 
la edad,  a veces,   
no te hace más sabio. 



Nená

Te dije que lo quería todo. 
Tus cruces,  las risas que de tu boca  
volarían locas, 
las sonrisas tímidas 
de mañana, 
el pasado que regresa, 
el hoy,  el ahora, 
el mañana, el pasado mañana.


Pero te dije  
que por cada beso, 
olvidarías el desconsuelo, 
sacarías las espinas,  las esquinas, 
las esquirlas, 
y me dejarías la dulzura,  la delicia  
y el gozo. 
Pero cada vez que te beso, 
me claveteas los labios 
como la primera vez. 



Nená
Como una enorme rueda, 
y por cada vuelta completa 
un anhelo de volver allí. 
Otra más y el deseo 
de ser aquella niña. 
Y más vueltas, y casi siento 
el sudor en la frente, 
las trenzas golpeando mi espalda, 
el sonido de la bicicleta al girar, 
el chirrido de las gomas. 
El olor a chicle de fresa, 
la risa contenida, 
el no importa nada, 
el todo esta bien. 
En casa todos están 
esperándome para comer. 
Estoy protegida, a salvo. 
El mundo es un lugar fantástico.  



Nená

domingo, 27 de noviembre de 2011


El árbol quería una casa,
la casa quería un árbol,
pero hablaban idiomas distintos
y no había manera.
Uno y otro no llegaban
a un convenio.



Fueron pasando los años
y la lluvia y el viento
les fue dejando mudos y unidos,
mordidos en una compañía extraña.
Al caer la tarde hablan un rato
cuando ni el aire escucha,
y ellos entienden que el uno al otro
se dan las gracias,
por tantos años de compañía.



Nená

No puedes llevarte  
el corazón de las cosas, 
por mucho que las penetres. 
Eres el colofón de la cadena. 
No olvides que la pirámide   
ha sido siempre un sepulcro,  
una tumba, nada más.  
Sólo te llevarás la soberbia  
de estar en la cima, 
y la grandeza de entender 
el mundo en sus departamentos. 
Somos granos de existencia 
unidos a otros distintos,   
que vamos presentando el mundo. 
Pero el alma, 
el corazón de las cosas,   
viaja en vagones sueltos,   
en inmoldeables raíles,  
para la ciega estación 
de nuestra mente, 
no puedes usurparla. 
No puedes. 


Nená


El amor 
no puede meterse 
en una bombonera, 
ni en una celda de oro. 




No es de uno,  
ni de su bolsillo,  
ni se mide en ‘mases’ 
ni en menos. 
Cuando le oigas hablar 
en primera persona: 
Yo te amo más que nadie en el mundo, 
Yo soy el que más te ama, 
Nadie te amará más que Yo. 
Corre, es mórbido. 
Un yo no es más 
que una limitación 
de su riqueza. 
El amor habla de un Tú, 
siempre de un Tú, 
el yo desaparece.
De no ser así,
el Tú podría caber 
en una bombonera  
o en una celda de oro  
y no ser amor, 
sólo deseo,  obsesión, 
pasión,  vesania. 



Nená

sábado, 26 de noviembre de 2011


Aplausos.
Uno empieza y se multiplican,
como las sonrisas en los rostros
vacíos.
Rechazo la vulnerabilidad del grupo,
su manipulación,
lo fácil que resulta mover sus hilos.
Somos seres tímidos,
necesitamos tiempo.
Tiempo para discernir,
tiempo para situar,
tiempo para planear, y
sobre todo tiempo para decidir.
Es fácil acogerse al ademán de otro,
aunque no entendamos nada,
ya estamos dentro,  y se acaba el plazo
y la prisa.
Cada mañana me levanto y releo algo
en mi pared:

Aprende a estimar la imperfección de los demás,
y no te auto castigues tanto.



Nená

Tal vez mañana, quizá al otro, 
puede que dentro de un mes, 
o dentro de un año, 
los panojales lleven   
el aroma de mi cuerpo 
por aquella noche de verano. 


Todo se impregna de todo, 
aunque parezca una demente, 
declarándome el olfato del mundo. 
Pero somos aire sobre aire de otro, 
aliento sobre exhalación de otro. 
Estrellas fugaces que se cruzan 
como una maraña de hebras, 
y aún nos creemos solos. 
Estamos todos enlazados 
con vínculos intangibles. 
Quizá por eso desde niña, 
camino y voy rozando 
todas las cosas,  
todas las tapias. 

-No tengas miedo,  
esta locura no es contagiosa-



Nená

Lo cotidiano deja de ser cotidiano 
cuando tú apareces, 
como el ruido de un avión 
que vuela bajo. 
Todo se mueve, 
los cristales se agitan, 
y crees que el espacio 
se ha vuelto loco. 
El tiempo no dictamina 
como nos prometieron, 
ni deja en el banco a los justos. 
Somos como larvas 
rastreando cuevas, 
esperando lo puntual, 
la coyuntura, la oportunidad.  
Tú te burlas, 
porque a mí no me importa, 
conozco la rebaja 
y las celadas. 
Dejó de importarme el apellido 
cuando dejó de importarme el apodo. 
Las cosas las mido 
con mi tablilla, 
y sobrevivo con ese código. 



Nená

viernes, 25 de noviembre de 2011


Qué voy a venderle al cielo 
si no deja de confesarme  agua. 
Yo le arrimo mis versos, 
y le digo que son lagunas 
de esta mente desgastada, 



pero él extiende   
su paraguas de viento, 
y se vuelan todas sus letras.                                                  



Qué voy a subastarle al mar, 
si no deja de lanzarme avisos.  
Yo le ofrezco mis poemas 
y le digo que son lamentos 
que buscan una carta no escrita, 
pero agita con su mano las olas 
y el llanto se abandona a la marea. 




Qué voy a mal venderte a ti  
si tienes todo lo que yo no tengo,  
paciencia y buena eufonía,  
ganas de vivir jugando, y  
un jardín en la vidriera.  
No puedo dejarte mis versos,  
tiritarían de frío,  
pero sí mis palabras sueltas  
para que hilvanes tu poesía.  



Nená


En este cruce de caminos 
nadie sabe donde va a estar hoy, 
mañana, pasado mañana, 
ni quiere descifrar ese lugar, 
por no dejar unas señas, 
un receptor, un remitente. 
Una traílla que nos ate al cazador
y que no nos deje ser aún más libres. 
Sé que es mucha suerte 
pero saber que hay una luz, 
un faro con tus cosas 
en un sitio exacto, 
es la más cara de las fortunas. 

Así no hay manera de extraviarse.

  

Nená