El lago devuelve las lágrimas
al pacto de la palabra,
a la promesa de la euritmia
aunque penda de un corazón cansado.
Ellas harán el milagro
porque conocen las llaves,
sólo tienen que hallar los candados.
No más penas,
las cuitas intactas
no van a ser expresadas,
nadie va a escucharlas,
ni a formularlas,
ni a vestirlas más.
Se irán al fondo del crepúsculo
matutino,
a la aurora temprana,
donde la claridad se confunde
y no sabe hacia que tinte dirigirse,
qué color, qué luz es la más limpia.
Nená
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