No me van a condenar
por llevar siempre el mismo vestido,
por usar siempre lilas para perfumarme,
por apenas peinar este cabello extraño
que pelo a pelo ha ido tramando un plan
para atrapar al viento.
No podrán decir que subo y bajo escaleras,
que mi inquietud es la de un ratón
en un laberinto,
porque mi alboroto sabe más
de quimeras y pulsos,
que de grabados y de divulgación.
Yo no sé si escribo porque lo necesito
o necesito necesitar que escribo,
pero sé que hay voces que arrancan
desde de la tripa
que no puedo decirlas ‘cállate’.
Cuando duermo sospecho
que urden en silencio
verbos y palabras viejas,
versos que no me pertenecen
y que se aferrarán a mi mano
para sentirse excarcelados.
Sólo les cedo mi tiempo
y les dejo partir.
Nená
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