domingo, 20 de noviembre de 2011




No le digas a Romeo 
que el balcón de Julieta 
lo han reconvertido 
en oficinas, 
ni le digas que su cámara 
es ahora el capricho 
de un gordinflón  
que siempre sostiene puros. 




No le cuentes que podaron  
la enredadera, la hiedra, 
la madreselva, 
ni que los perros se orinan 
en las aceras. 
Dile que aún algún corazón 
atado a otro corazón 
se pinta en los viejos muros, 
y que Julietas y Romeos se venden 
en las plazas, 
como el pescado fresco. 

Eso sí, lo de morir por amor  
aún no le han cogido el truco. 



 Nená

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