domingo, 13 de noviembre de 2011


Veleros bellos
como un tendal de pañuelos,
y sigo inquieta.
Se enoja el cielo,
tanta belleza y la relego,
como una hormiga no ve
la mata de poleo,
ni huele la menta;
recorre a la carrera
las mismas crestas
para perderse en su agujero.
Cada vez que levanto la vista
la impresión es tan grande, 
que el pulso se despeña,
la lágrima escapa de su piso,
me tiembla la cordura  
y pienso:
¿Dios mío cuando pusiste todo esto?


Nená

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