Hay personas grises,
grises porque no son capaces
de ver nada positivo,
sí provechoso o conveniente,
pero nada bueno en los demás.
No ven el lado festivo de las cosas,
ese olor a churros un lunes,
que quizá esa mala suerte
traiga una bonanza,
o que hay gente ahí afuera
que les quiere.
Los gruñones, resentidos,
desengañados, tantos años
ejerciendo de ‘ogrito feo’,
terminan insensibilizándose,
y los perdemos para siempre.
Podemos pensar que nunca es tarde,
porque lo curioso es que ellos
se sienten almas sensibles,
personas especiales que no han sido
aún descubiertas.
Dichoso el que conozca las herramientas
que consiga liberarles.
Nená
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