jueves, 24 de noviembre de 2011


Hay personas grises, 
grises porque no son capaces   
de ver nada positivo, 
sí provechoso o conveniente,  
pero nada bueno en los  demás. 





No ven el lado festivo de las cosas, 
ese olor a churros un lunes, 
que quizá esa mala suerte 
traiga una bonanza, 
o que hay gente ahí afuera 
que les quiere. 
Los gruñones, resentidos, 
desengañados, tantos años 
ejerciendo de ‘ogrito feo’, 
terminan insensibilizándose, 
y los perdemos para siempre. 
Podemos pensar que nunca es tarde, 
porque lo curioso es que ellos 
se sienten almas sensibles, 
personas especiales que no han sido
aún descubiertas. 
Dichoso el que conozca las herramientas 
que consiga liberarles. 




Nená

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