No me gustan los títulos
en los poemas,
ni siquiera los apellidos,
ni el pasado,
ni la historia,
ni el ayer, ni el antes de ayer.
Todo nos encierra
dentro de un guardarropa
y nos marca con un número,
para que alguien venga a buscarnos
o nos olvide,
o nos deje extraviados
con un objetivo desconocido.
Me gustan las ventanas abiertas,
el cielo raso,
el saber que puedo salir corriendo
aunque no corra, ni me aleje,
mover los brazos sin tener obstáculos.
Un poema nace con los labios abiertos
liberando las palabras,
haciéndolas ligeras,
para nunca enmudecer,
para seguir viviendo.
Nená
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