Lo cotidiano deja de ser cotidiano
cuando tú apareces,
como el ruido de un avión
que vuela bajo.
Todo se mueve,
los cristales se agitan,
y crees que el espacio
se ha vuelto loco.
El tiempo no dictamina
como nos prometieron,
ni deja en el banco a los justos.
Somos como larvas
rastreando cuevas,
esperando lo puntual,
la coyuntura, la oportunidad.
Tú te burlas,
porque a mí no me importa,
conozco la rebaja
y las celadas.
Dejó de importarme el apellido
cuando dejó de importarme el apodo.
Las cosas las mido
con mi tablilla,
y sobrevivo con ese código.
Nená
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