sábado, 26 de noviembre de 2011


Lo cotidiano deja de ser cotidiano 
cuando tú apareces, 
como el ruido de un avión 
que vuela bajo. 
Todo se mueve, 
los cristales se agitan, 
y crees que el espacio 
se ha vuelto loco. 
El tiempo no dictamina 
como nos prometieron, 
ni deja en el banco a los justos. 
Somos como larvas 
rastreando cuevas, 
esperando lo puntual, 
la coyuntura, la oportunidad.  
Tú te burlas, 
porque a mí no me importa, 
conozco la rebaja 
y las celadas. 
Dejó de importarme el apellido 
cuando dejó de importarme el apodo. 
Las cosas las mido 
con mi tablilla, 
y sobrevivo con ese código. 



Nená

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