Lo diré bajito
casi como si no lo dijese,
que se me pasa por la cabeza
tu figura, errando siempre,
tímida pero altiva,
como la de un Quijote
de otra época.
Y alguna tarde,
cuando enredo mis dedos
sobre las rodillas
y apoyo la cabeza
en ellas,
juego a trenzar mi pelo,
e imagino que me imaginas
-sólo un poco-,
en algún lugar de tu mente.
Jugamos a las canicas,
inventamos cromos,
lloramos sin beber anís
-que invita, no sé si sabes-
Y tal vez, sólo tal vez,
se escape una centella,
dos, media docena,
una tormenta de estrellas,
y necesitaríamos a toda prisa
una boca de incendios.
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