Qué voy a venderle al cielo
si no deja de confesarme agua.
Yo le arrimo mis versos,
y le digo que son lagunas
de esta mente desgastada,
pero él extiende
su paraguas de viento,
y se vuelan todas sus letras.
Qué voy a subastarle al mar,
si no deja de lanzarme avisos.
Yo le ofrezco mis poemas
y le digo que son lamentos
que buscan una carta no escrita,
pero agita con su mano las olas
y el llanto se abandona a la marea. Qué voy a mal venderte a ti
si tienes todo lo que yo no tengo,
paciencia y buena eufonía,
ganas de vivir jugando, y
un jardín en la vidriera.
No puedo dejarte mis versos,
tiritarían de frío,
pero sí mis palabras sueltas
para que hilvanes tu poesía.
Nená
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