El que escribe no sabe
que parte de sí mismo tiraniza
y que parte de sí mismo libera,
si crea con auténtica vehemencia.
La técnica es la grapa, la laña que
le domina,
la exaltación y el rapto del latido
lo que le hace desligado y exento.
Habrá alguno que no me perdone
esta sentencia,
hay demasiado sesudo midiendo letras
y demasiado loco acunando maravillas.
Unos y otros deberían sindicarse,
cada vez quedan menos
los que dan valor a las letras,
no importa si con el corazón
o con el juicio,
si el resultado es la búsqueda
de un poema.
Nená
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