viernes, 11 de noviembre de 2011


No puedo renunciar a pensar  
que somos extraños,  
todos en nuestros laberintos
detrás de sabe Dios qué cosa.  
Dédalo sonreiría por un trabajo  
tan bien hecho.





Nos miramos a los ojos, y
creemos saberlo casi todo,
y un par de archivos secretos
si raptamos, con un poco de
perspicacia.
Poco más.
Puestos a pensar, me gustaría
que esto fuese una condición
no una avería,
que las orillas entre uno y otro
fuesen las precisas,
para que los tesoros velaran
sus riquezas
y nadie perdiese su identidad.

Pero yo no quiero ser una extraña,
aunque eso supusiera
perder mi riqueza,
porque sé que no perdería
mi identidad.



Nená



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