miércoles, 30 de noviembre de 2011


Miraba crecer los renacuajos  
con sus cabezas grandes 
serpenteando sus colas, 
y el reflejo de su cabello  ondeaba en el agua, 
como ondean las banderas 
de colores en los barcos 
cuando parten del puerto. 


El bebedero era su puerto, 
donde el ganado se arrimaba 
a beber y ella les contaba 
cuentos de marinos, 
y de extraños personajes, 
pero nunca de princesas. 
Los animales eran toda su compañía 
y con ellos fabulaba mil historias:  


‘Más allá de las colinas hay otros mundos, 
les decía, donde los hombres calzan 
zapatos de corcho, pintados de negro, 
y visten con el tronco de los árboles 
debajo de la ropa. 
Vienen de otro universo 
y tienen miedo al agua. 
Lo hacen por si se caen al mar, 
así flotan’. 



Cada tarde al caer el sol, 
el ganado miraba a la niña 
con sus enormes ojos, 
como si pudiera entenderla. 



Nená

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