Me gustan las manzanas,
pero más las del huerto
ajeno.
Sé que no lo entiendes,
son las mismas.
Me encanta liberarlas
del yugo de su propio dueño
del yugo de su propio dueño
y trepar por la tapia.
Sé que no lo comprendes,
por qué no cruzar por las puertas.
Me gustan las natillas.
Me enloquece meter el dedo
en el puchero.
Sé que tú no lo entiendes,
por qué no hacerlo
con la cuchara y el cuenco.
Me gusta tumbarme en la hierba.
Sé que no lo concibes,
si hay lechos de sábana
porqué tumbarse en el suelo.
Tú me hablas de la parte derecha
y de la izquierda del cerebro,
del equilibrio y de las normas.
Es mucho más sencillo que todo eso:
Somos distintos,
no hay ningún otro misterio.
Nená
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