lunes, 21 de noviembre de 2011


Si la luz llegaba de arriba
o de abajo,
ella no lo sabía.
Si el agua tenía color
lo ignoraba plenamente.

Vivía sujeta a una cama
advirtiendo sonidos,
sus únicos ojos.





Radiaba gozo y reía,
con cada eco o zumbido
que andaba cerca,
y le hablaba,
como quien habla a un amigo,
como quien no se sabe sola.

Nunca oyó la voz
de un ser humano,
salvo la suya
que sentía maravillosa.

Al despertar cada mañana,
el chasquido de una bandeja
se posaba cerca de su cama,
y una magia extraña  
volaba hasta su boca
y le daba de comer.

Un día no despertó,
y dicen que sobrevoló
su habitación,
aquel viejo edificio,
la vieja verja,
y observó maravillada
todos los colores del mundo.



Nená

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