martes, 15 de noviembre de 2011


La flor fallece, despacio.
Poco a poco
se consume su atmósfera
y nadie la auxilia.
La observan: ‘¡Qué bella!’.
Piensan que será perpetua,
pero sucumbe, lentamente
sin decir nada.
Se muere la flor.
Agoniza.
Le dieron un espacio sólo para ella,
creyeron que la concedían
un jardín, un recinto especial,
un feudo,
y han ahogado sin querer
su belleza.


Nená

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