Si de diez dedos diez te sobraran,
y de una lengua
una la dejaras quieta,
que fortuna la tuya,
y que ventura la nuestra.
Pero no, es la suerte del idiota,
que no sabe sentir calma en la butaca
y se mueve como una serpentina.
Y cada segundo que pasa,
más amplía su tonelaje de bobadas
sin que haya manera de acallarlas.
Lo peor es cuando no encuentras la salida,
el picaporte, el pasillo, la escalera,
y la oreja se te inflama
con un YO de proporciones únicas.
Y lo de ser gentil, amable, educada,
galopa cuatro pisos más abajo,
y el silencio ya no esgrime amparo alguno.
Así que no escapas al zarpazo del idiota,
con la espalda en la pared, brazos en cruz,
mueca de horror, y tú sin huida
mueca de horror, y tú sin huida
te conviertes en la grande
y concisa diana.
y concisa diana.
Nená
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