lunes, 30 de abril de 2012


Ligera pluma posada indebida 
allí donde los años se pierden, 
escapa a tu caída 
en el saliente de alguna arruga, 
si aún le queda pálpito o resuello. 

Muchas delicadas formas 
quedan atrapadas en siluetas 
perdidas,  en giros viejos 
de almas que ya no desean volar, 

y la mala suerte consume su joven 
voluntad y lozanía,  por una piedad 
que ya no sirve,  ni alienta

¡Ay,  pluma mía, 
no hay que dejarse arrastrar! 






Nená


No pienses ni por un instante 
solitario perdido,  triste de amor, 
incomprendido, amanteamado, 
cansado olvido, 
que como tú nadie, 
y que en el mundo sobras.




Que como tú miles,  y juntos 
familia,  o al menos 
suman más para el desgarro. 
Y entienden  la sensación de estafa 
que el albarán de la vida 
os ha dejado en firme, 
o nos ha dejado en abintestato. 
No pienses ni por un instante 
que andas solo, 
que hay muchas manos 
aferradas a las tuyas, 
buscándolas,  para darte motivo 
y dárselo,  de que no sobras. 







Nená

domingo, 29 de abril de 2012


Son como sombras 
bebiendo de mi misma, 
las aparto cuando cansada 
quiero dormir. 
Siempre vuelven, 
regresan,  a veces invertidas, 
entre risas,  acercándose, 
alejándose,  jugando a 
enredar mi memoria. 
Al fondo del pasillo,  él sentado 
en un butacón y detrás un ventanal 
entre verdes rabiosos de prados 
superpuestos; 
ella en una cocina de carbón 
haciendo arroz con leche, 
moviendo con cucharón de palo 
un pote redondo enorme. 
Arriba,  al final de las escaleras, 
dos buhardillas,  una la empujo
y me cuelo,  armaduras antiguas, 
casas de muñecas,  espadas, 
lámparas de aceite y 
dos enormes ojos que me miran. 
Un grito,  algo alado roza mi cabello 
y todo da vueltas a mi alrededor. 
La buhardilla se hace eco 
de aquel interminable grito, 
y de aquel aleteo poderoso. 
Pero nunca sé si son sólo sombras. 




Nená

Seamos sinceros,  
sería insufrible soportar a un ser 
perfecto. 
Perfectos sus gestos, 
perfecta su mente, 
ordenada su vida hasta el extremo. 
¿Cómo hablarle desde nuestra 
condición a medias? 



Medio cocida,  vuelta y vuelta,  
defectuosa,  a capricho, 
sentenciada,  arbitraria, 
depresiva o inconstante. 
Un derroche de encuentros 
y desencuentros 
para acercarnos a un ser cuya pega 
es no parecerse a los demás. 
Y me pregunto: 
¿Si es cierto que el hombre 
es un animal social por naturaleza, 
podría un ser perfecto 
en esa incomunicación 
sentir soledad? 





Nená


Devuelve la lechuza 
un canto huero 
en una ciudad sorda, 
nadie oirá su sonido 
ni el aviso de su sombra. 
Autos como vagones 
que remolcan vidas, 
voces en habitáculos 
en clausura. 





Incomprensible allí 
el aroma del romero 
y la albahaca crecida, 
o el aliento húmedo de 
las noches sin luna, 
a solas, 
en medio de ninguna parte
que resulte familiar.






Nená

sábado, 28 de abril de 2012


Una mano en el charco 
como una hoja, 
una sombra,  un ojo fugaz, 
el palmeteo de un ala 
en la copa y gotas en racimo 
sobre un banco mojado. 
Hoy somos ayer como somos mañana, 
el mismo gris 
con menos peso. 
El cerebro se encoge con los años, 
como se arrugan las manos 
pero no es por la lluvia, 
ojala que así fuera. 
Tú naciste arrugado y torpe, 
febril perseguidor 
de causas ciegas. 
La causa la inventó el hombre, 
como el hombre inventó la idea, 
pero tú sacrificas al hombre por una causa, 
como si a ésta la hubiera parido 
una ley no escrita. 
Posa la mano en el charco como una hoja 
y siéntete menos necesario, 
tu cerebro necesita sol, 
ya le ha empapado demasiada lluvia. 






Nená

viernes, 27 de abril de 2012



Abre las ventanas, 
rompe los marcos, 
así no podrán volver 
a cerrarse,  y mira. 
Mira como entra el frío 
a bocanadas blancas, 
pidiendo asilo en el espacio 
que deja el contorno de tu silueta. 




Tú eres esa naturaleza, 
pero eres llama en tu intimidad farragosa, 
y hay batallas internas 
que van echando carbón a tu caldera. 
Tantos años pidiendo 
‘¡enfríame,  no me dejes que arda, 
duele,  duele tanto!’, 
que al final eres la ceniza cálida 
y el gélido viento te lleva. 
Al fin y al cabo, 
sois la misma naturaleza. 





Nená

Aceites en la piel, 
resina y viento. 
La gubia trazó tus montes 
y mis llanuras 
con simetrías perfectas, 
dos mundos que debían unirse, 
hablar la misma lengua. 
Sólo había que encontrarse 
entre millones de mundos, 
planetas con ojos y bocas, 
que distraerían nuestra búsqueda. 
No iba a ser sencillo, 
las trampas,  las necesidades, 
la debilidad de los arrastres 
que el corazón atrapa, 
la vida que busca rincones 
para llenar sus cestas. 
Alguna estrella cruzaría  
el firmamento para cegarnos 
el alma,  cientos de 
bellos jardines como los 
de la isla de Circe, 
canciones tentadoras de sirenas. 
Si nos encontrásemos 
sería un milagro, 
un accidente, 
un golpe de oportunidad, 
o esa odiosa palabra 
que llaman destino. 




Nená

-Tengo sueño, no puedo dormir, divago, divago, divago-

El tiempo dicta las filas del colegio.  Los turnos,  las razones comunes,  las intenciones,  nos deja voces afectivas sin estima,  y hasta voces severas con afecto. 
Qué fácil sería ser línea recta,  dar tanta vuelta y ver el minutero cómo se burla de uno, es cuanto menos  enervante,  pero vivimos rodeados de fórmulas de convivencias,  no idénticas pero si dentro de una misma escala. 
Es complejo llevarse bien con todo el mundo, supondría aceptar a cada uno tal como es,  que dicho así,  no supone mucho esfuerzo,  pero de algún modo también supondría que no nos desagradase ninguna conducta. 
Y si aceptamos que eso último es mucho más complicado,  y  que hay personas que nos desagradan, ya no sólo por su conducta sino por razones que no podemos explicar ¿por qué no evitarlas? 
Lo curioso es que hay dos tipos de personas,  las que tienen ira y las que no.
Las que guardan resentimiento,  centran toda su furia en esos individuos -a menudo desconocidos-,  pensando que tal vez esa diana les libere;  las que no guardan ira,  las evitan.  Pero en definitiva las primeras,  sólo piensan en sí mismas y en su alcance,  sin pararse a pensar que están tomando el pulso a otro ser humano,  que no saben de qué modo puede reaccionar,  y que la educación nunca,  NUNCA,  es sinónimo de debilidad.
La línea recta nos ahorraría muchas situaciones estúpidas,  donde el ridículo apura a más de uno innesariamente. Supongo que ser estratega no es demasiado complicado,  es igual que ser educado,  o correcto,  es una cuestión de formas;  pero lo que realmente es difícil es implicarse,  que realmente te importen los demás,  tener interés por el otro sólo porque es como tú,  o porque intuyes que sufre,  porque todo el mundo necesita un abrazo y  nadie debería negárselo,  mucho menos ir esputando bolitas de papel porque uno se aburre.
La falta de capacidad para querer es algo que no deja de sorprenderme. 
Qué fácil sería ser línea recta.



Nená

jueves, 26 de abril de 2012


Cuando creas que has llegado  tarde 
para todo, 
túmbate sobre el suelo 
de cualquier sitio donde estés, 
la calle,  el prado,  la arena de la costa, 
la acera,  la alfombra,  la cama, 
las baldosas del cuarto de baño, 
túmbate y cierra los ojos. 

Siente cómo tu cuerpo se resiste 
a quedarse quieto,  respira, 
un dedo se moverá,  tal vez te pique 
la nariz,  algo te puede incomodar, 
quizá sientas que haces el ridículo, 
o que no entiendes,  que ahora qué, 
y nervioso te incorpores. 
Nunca sabrás lo que pudo 
haber pasado después,  y yo 
no voy a contártelo. 
Por eso llegar tarde o temprano 
es un problema de perspectiva. 
Si renuncias al después y lo haces 
pensando en el ridículo,  o en el ahora qué, 
o en el me pongo nervioso,  en ya no tengo edad, 
no sabrás nunca qué viene después. 
Confía en ti, en el 'queda un todavía'.
Siempre es pronto. 







Nená

La vida no es 
un puñado de letras, 
ni siquiera un recuento 
de amaneceres, 
tampoco un ‘yo luché 
por tantas causas’, 
o 'dejé mi nombre en algunos 
libros', 
ni 'mi apellidos en varios hijos'. 
La vida es prepararse 
para que cuando tengas que irte 
puedas sin ninguna duda 
sonreír y decir: 

Qué feliz he sido, 
y qué bien me lo he pasado. 
Ha sido maravilloso y 
he disfrutado cada minuto 
como si fuera el último. 

Pero si prefieres vivir pensando 
que la vida es para dejar una impronta, 
para trascender, 
para dejar un sello, 
para que no te olviden, 
para ser compromiso y causa,  piensa, 
qué mayor enseñanza puedes dejar 
que la de ser un tipo normal 
-que ya es anormal de suyo-, 
que quiso ser feliz y murió sonriendo. 






Nená


Bebe Madrid el agua del cielo 
a sorbos grandes. 
‘¡Dame más grita algún tejado!’





Los pájaros sobrevuelan 
redondos colores, 
que antes eran más pequeños 
y tenían cabello. 
Se ríen de los seres humanos, 
de la cantidad de cabezas 
que pueden ponerse. 
Llueve,  pero sólo amenaza, 
como el matón que saca pecho 
y luego se encoge. 
Pero siempre quedan esas gotonas 
que te esperan en las cornisas 
para caer justo cuando pasas, 
y bajar rodando por tu nariz, 
por tu barbilla,  por tu ropa, 
y piensas en la hoja de ese árbol 
que ha sido bañada  por la lluvia, 
limpia de polvo y de mancha, 
y te provoca la sonrisa un buen rato. 
Bebe Madrid el agua del cielo 
y pide más, más, más, 
como quien reclama limosna. 





Nená

miércoles, 25 de abril de 2012


No me prometas 
porque ‘siempre’ es una palabra 
a pié de página, 
somos para dejar de ser 
en cualquier momento. 
Quién sabe,  si el viento 
cambiará de dirección, 
de temperatura,  de nombre. 
Las promesas,  como los versos, 
son bellas intenciones, 
mechas para polvorines, 
que a veces prenden 
y revientan muros 
o  lavan corazones, 
y nos hacen más humanos. 
pero no podemos convertirlas 
en simples candados, 
porque la humanidad 
no quiere saber de eso, 
está en oposición a su naturaleza. 
Por eso no me prometas nada, 
sólo quiéreme. 






Nená

-La mamá-


Lloraba,  lloraba 
todo el tiempo 
¿Qué pedía? 
Sentirse en paz 
lo que le quedase de vida, 
vivirla donde ella quería, 
sin que otro le dijese qué película ver, 
a qué hora irse a la cama, 
de qué es esta factura, 
quién ha dejado este tarro abierto, 
si sales cómprame unas aspirinas. 
Estate atenta que van a venir los del  paquete, 
estate atenta que vienen los del butano, 
estate atenta que vienen los del certificado. 

Y día tras día miraba la ventana, 
hacia encargos, 
esperaba con ilusión, 
y se fue dando cuenta 
que la ilusión se quedaba en nada, 
cuando estaba tranquila 
era cuando estaba sola, 
aunque atada 
a mil encargos. 
Siempre preocupada, 
preocupada por todos, 
vivía las vidas de todos, 
era su psicóloga,  su enfermera, 
su pañuelo de lágrimas,  su cruz 
y hasta cierto punto su sparring. 
Su cocinera,  su peluquera,  su apoyo 
logístico,  profesional, emotivo, 
su sostén vivo, uniendo hilos como una diminuta araña. 
Cada noche cerraba los ojos y se preguntaba: 
y yo,  ¿yo qué quiero? 
y nada,  siempre era la respuesta. 
Y esos cientos de nadas se convirtieron en ceros, 
y de ceros,  a vacíos,  y de vacíos a agujeros 
y de agujeros a un único socavón. 
Murió por dentro, 
cómo las cosas se vuelven vanas, 
y dejó de llorar por un motivo, 
¿y ahora cómo viviría el resto de su vida? 
-pensó- 
Qué más daba. 






Nená


Esas pequeñas cosas 
que nos vamos perdiendo, 
por las prisas o por el hambre 
de lo que llamamos prioridades, 
que en el fondo debimos postergar, 
son las que nos dejan el sabor  vacío 
en la boca,  limpio de menta y caramelos, 
de ternura,  de niñez, 
de auténticos albores. 
Te dirán ‘no vives en este mundo’, 
y ¿quién lo hace? 
La mayoría malvive: 
El que no tiene,  por la propia carencia, 
el que tiene, por preservarlo. 
Llegados a esta sombra del camino, 
nos damos cuenta del increíle placer 
de sentarse bajo el algarrobo y escuchar 
el sonido de las hojas, 
sin pensar qué debo hacer después, 
ni quién me dijo qué, 
ni a quién amé, 
ni quién me amó. 
Sólo respirar el aire húmedo 
del camino, 
y escuchar el sonido 
de las hojas. 





Nená