jueves, 12 de abril de 2012


Tú proponías 
una canción olvidada, 
yo disponía la mañana sin perezas, 
y un montón de armarios vacíos 
para que sestearan tus cosas, 
un plato en mi mesa 
y un vaso de vino claro. 
Tú, 
la alegría de las aves siempre errantes. 
Yo, 
el poema en su eternidad primera. 






Nená

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