Dobló
su sonrisa
para
darle un pedacito al llorón.
Su
sábana,
para
dar calor al desolado
en
su deambular inhóspito.
Sus
manos
para
el rendido y el deshecho;
y
hasta su alma a un indigente
huérfano
de dicha,
que
dijo ser poeta.
No
supo leer el mundo.
Y
es que nada había más triste,
ni
más desierto,
ni
más roto,
ni
más rapsoda,
que
aquella existencia suya
seducida
por la insania.
Nená
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame