Si ya no esperas que un dedo
sostenga tu lágrima,
ni un milagro salve
el agujero por donde te vas
escurriendo,
sólo cuentas los días con una
cierta serenidad.
Pero si ya has dejado de contar,
es que ya nada importa,
y aunque suene paradójico,
en ese instante,
tienes una posibilidad:
La posibilidad del cero.
Inventarte a ti mismo desde nada.
No hay nada, cero en todo,
empezar a moverse como
quien sale de un coma,
despacio, desvinculado,
deshabituado, casi sin habla,
con restos de placenta
y los ojos abiertos.
El ser humano es débil
y su debilidad
a veces le hace
tremendamente fuerte,
su desproporción,
su inquietud,
su pasión,
su forma de aferrarse a la belleza.
Nená
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