Escapa
el lobo del monte
muy
joven y altivo
y
el granjero le confunde
con
un bello
perro, y le cría.
No
tarda nada en darse cuenta
del
lobo que tiene,
del
tesoro que abajo en el granero cuida.
Salvaje, bello, indómito y libre,
de
sangre de luna.
Demasiado
tarde,
el
lobo es suyo, sólo suyo,
y
reprime cualquier ansia de libertad
y
garra que intuye.
El
lobo entiende con los años
que
aquel granjero
lejos
de amarle, odia su bella
y
envidiable condición de lobo,
y
cansado, aturdido, sin ganas de vivir,
no
sabe, no entiende, no ve la manera.
¿Se
deja morir?
Corregir
un absurdo con otro
son
demasiados despropósitos,
y muerde
la cadena
escupiendo cada eslabón
con
tremendo tormento,
y
casi sin aliento corre,
hasta
alcanzar la luna llena.
Nená
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