miércoles, 18 de abril de 2012


Escapa el lobo del monte 
muy joven y altivo 
y el granjero le confunde 
con un bello 
perro,  y le cría. 
No tarda nada en darse cuenta 
del lobo que tiene, 
del tesoro que abajo en el granero cuida. 
Salvaje,  bello,  indómito y libre, 
de sangre de luna. 



Demasiado tarde, 
el lobo es suyo,  sólo suyo, 
y reprime cualquier ansia de libertad 
y garra que intuye. 
El lobo entiende con los años 
que aquel granjero 
lejos de amarle,  odia su bella 
y envidiable condición de lobo, 
y cansado,  aturdido,  sin ganas de vivir, 
no sabe,  no entiende,  no ve la manera. 
¿Se deja morir? 
Corregir un absurdo con otro 
son demasiados despropósitos, 
y muerde la cadena 
escupiendo cada eslabón 
con tremendo tormento, 
y casi sin aliento corre,  
hasta alcanzar la luna llena. 





Nená

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