jueves, 26 de abril de 2012


Cuando creas que has llegado  tarde 
para todo, 
túmbate sobre el suelo 
de cualquier sitio donde estés, 
la calle,  el prado,  la arena de la costa, 
la acera,  la alfombra,  la cama, 
las baldosas del cuarto de baño, 
túmbate y cierra los ojos. 

Siente cómo tu cuerpo se resiste 
a quedarse quieto,  respira, 
un dedo se moverá,  tal vez te pique 
la nariz,  algo te puede incomodar, 
quizá sientas que haces el ridículo, 
o que no entiendes,  que ahora qué, 
y nervioso te incorpores. 
Nunca sabrás lo que pudo 
haber pasado después,  y yo 
no voy a contártelo. 
Por eso llegar tarde o temprano 
es un problema de perspectiva. 
Si renuncias al después y lo haces 
pensando en el ridículo,  o en el ahora qué, 
o en el me pongo nervioso,  en ya no tengo edad, 
no sabrás nunca qué viene después. 
Confía en ti, en el 'queda un todavía'.
Siempre es pronto. 







Nená

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