jueves, 5 de abril de 2012


Las primeras palabras, 
esas que ordenas como un verso, 
son el asalto al pulso,  la emoción, 
el primer latido. 
Doblar el primer poema 
en ocho partes, 
en una hoja de papel 
de cuaderno, 
y guardarlo como un secreto 
en algún tronco de un árbol. 
Enseguida faltaron árboles 
para custodiar secretos, 
y después cajones,  cajas de zapatos. 
Cualquier sitio era el perfecto escondite 
cuando eras una niña, 
cualquiera menos un diario. 
El poema era un auténtico tesoro, 
un secreto más íntimo que tu propia 
intimidad. 






Nená

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