Si este trueno ha movido
el ánimo a todos
cuantos habitamos la isla,
¿qué habrán sentido los peces
en su ingravidez acuática?
Nos desprecian cuando con nuestras
lanchas motoras cruzamos su espacio,
y con esas motos acuáticas
arrollamos su casa.
Se vuelven indefensos, huérfanos
de un Poseidón con tridente.
Al menos esta sacudida mar y tierra
la habrán sentido
como naturaleza viva,
sin restos de gasoil,
ni olor a crema de coco,
ni colillas,
ni carcajadas estridentes
de damas locas.
Nená
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