por
esa hora exacta
de
soledad exquisita,
de
plácidas tazas
de
té caliente.
Ningún
dolor en el cuerpo,
ningún
pensamiento
que
perturbe el ánimo,
ninguna
voz,
ninguna
pregunta.
No
hay teléfono,
ni
posibilidad de timbres,
ni
nudillos en la puerta,
sólo
el golpeteo constante
de
la lluvia,
y
el crepitar de la leña
con
mensajes breves,
y
siempre nuevos.
Nená
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