domingo, 1 de abril de 2012


Cuando miras el fuego 
o regalas tus ojos al fluir del agua,  
un hipnótico juego de sosiego 
calma tu voluntad, 
como si el tiempo pudiese detenerse 
y tú transformarte en tiempo. 
Una pompa de oxigeno flota 
en un torbellino de tañidos, 
tú ahí quieto,  ausente, 
perdido en una misteriosa danza 
que ha raptado tu testa. 
Qué frágiles los cuerpos 
a voluntad de una oriental almea 
-siempre inexistente-, 
qué autónoma la mente 
que se escapa con un sugerente baile 
para dejarte detenido. 
Qué suerte que existan esos momentos 
que nos recuerden que somos 
frágiles y necesitamos fugas. 




Nená

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