Cuando miras el fuego
o regalas tus ojos al fluir del agua,
un hipnótico juego de sosiego
calma tu voluntad,
como si el tiempo pudiese detenerse
y tú transformarte en tiempo.
Una pompa de oxigeno flota
en un torbellino de tañidos,
y tú ahí quieto, ausente,
perdido en una misteriosa danza
que ha raptado tu testa.
Qué frágiles los cuerpos
a voluntad de una oriental almea
-siempre inexistente-,
qué autónoma la mente
que se escapa con un sugerente baile
para dejarte detenido.
Qué suerte que existan esos momentos
que nos recuerden que somos
frágiles y necesitamos fugas.
Nená
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame