martes, 24 de abril de 2012



Subo la escalera del metro 
apoyada en el pasamanos negro, 
caucho sucio de miles de manos, 
grasa,  soledades agolpadas 
en espacios diminutos, 
millones de dedos; 




y contemplo esa fila bruna 
que se alarga hasta arriba 
con cierta amabilidad. 
Todos agrupamos miserias 
y fortunas en espacios comunes, 
aisladamente. 
Se me escapa una lágrima 
tontorrona 
que de la mejilla cae al suelo. 
Miro el terrazo,  también sucio, 
y por un instante, 
detenida,  escucho y veo 
el tragín de viandantes 
como vehículos en marcha 
en todas direcciones,  sonrío. 
Somos como las líneas de telégrafos, 
las autopistas a cámara rápida, 
serpentinas de colores. 
Cada uno lleva su malla de pesares  
y de alegrías. 

Estamos vivos. 





Nená

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