Ese
silencio azul,
serenamente
expuesto
al
capricho de cualquier sonido.
Se
instala
y
te deja volar un poco más allá,
con
esa idea rebelde
que
no sabe deshacer su nudo.
Ese
silencio azul
lo
pellizcas en cuanto lo sientes
para
que no se escape,
unos
le llaman musa, estro, soplo,
-nunca
he sabido darle un nombre-
Da
sosiego y hervor de sangre,
imposibles
conviviendo juntos.
El
cogote se te agarrota, las manos
saben
que tienen una posesión
que
no es suya,
un
color, azul,
que quizá ya no es azul,
que
tienes que devolver al mundo,
y
una idea loca,
que
ya no es de nadie.
Nená
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