lunes, 16 de abril de 2012

Nadie debería regalarse, 
ni ser un mártir 
en ninguna cruz. 
Por amor,  por amor, 
esgrimir esa palabra no justifica 
el regalo de tu voluntad, 
tu albedrío,  la renuncia de tus cosas. 



Tú llámame, 
que sabré salir corriendo. 
¿En qué te conviertes? 
En la sombra de otro, 
ni siquiera eres la sombra 
de ti misma, 
porque ya nada es tuyo. 
Has quedado borrada,  no importas. 
Lo llamarás capacidad 
de sacrificio,  de entrega, 
humildad,  esa forma sencilla de vivir, 
y sabrás siempre que te estarás mintiendo. 
Nadie debería regalarse, 
y nunca,  nadie, 
debería aceptar un regalo tan valioso. 







Nená

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