martes, 10 de abril de 2012


Alcanza mi voz y déjame muda, 
¡por Dios que no grite más!, 
que es más difícil dejar sordos 
al resto del mundo. 
Alcánzame,  y sóplame las manos, 
sabré que eres tú 
y que debo seguirte. 



He dado muchas,  muchas vueltas, 
y mi cabeza se ha quedado 
en una de ellas,  vagando, 
perdida en un color 
o en un sonido, 
en un ayer que he convertido 
en un ahora. 
Alcanza mi cintura y déjame quieta, 
sujeta mis hombros,  mi cadera, 
dime que no estoy sola, 
que no lo he estado nunca, 
que siempre has estado tú,  esperándome. 
Alcanza mi rostro 
y besa mis ojos, 
deja que duerman de lo que han visto, 
que se abran a otra luz 
y a otra hembra que sepa quererse 
como es debido. 






Nená

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