Retorcida la raíz
abarraganada en su propia tierra.
Dulce desorden amarrado
que deja que alguna punta se pierda.
Fuerte tronco, hijo mayor y querido,
soberbio de norte a sur,
pero sólo un verde musgo norteño
adorna su arrugado leño.
En el sur le han marcado corazones,
que él en silencio calla.
Las hijas, bellas y bien peinadas,
se extienden algunas como llanura,
a otras les gusta la nube, y a la
mayoría leer poesía mirando a la luna;
aunque siempre tumbadas
sobre las más traviesas.
Ya el temporal te ha ido venciendo
vieja encina de Anaz,
de seis metros y medio de tronco,
y quince de altura,
¿cuántos rayos te han quebrado
centenaria y sabia encina?
Yo te veo igual de hermosa
y de altiva, y de espléndido regalo
de la naturaleza.
Nená
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