Busco tu voz
en el sonido de las cosas
y las cosas me devuelven
su sonido intacto.
Allí entre las rocas,
el romper de las olas
quizá me dé fonemas
de tu garganta,
pero tampoco esta allí
tu voz.
Puede que tenga
que buscarlas dentro,
en este pecho dormido
de esperanza,
pero tu voz es la llave
para escuchar mi propia voz.
Así, poco a poco,
van enmudeciendo mis palabras,
como conchas arrojadas en la arena,
vacías, entre dos mundos hermosos:
el mar en su infinito movimiento, y
la arena en su infinita quietud.
Nená
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