martes, 24 de abril de 2012


Siempre sonríes, 
siempre,  y yo correspondo, 
te devuelvo la sonrisa. 
Amable me pareces,  y 
olvido tu condición 
de barro, 
tu firme condición quieta. 
Si es esto la soledad, 
¿Por qué no me lo dijeron? 
¿Por qué nadie tuvo a bien 
en decirme que estaba 
hablando con una muñeca? 
¿Por qué me dejaron querer 
a un trozo de barro, 
como un leño en el agua 
para salir a flote? 
Hubiera sido mejor 
que me hundiera, 
si es todo lo que voy a tener 
y en el fondo: 
Barro o piel, 
todo anda quieto, 
y yo me sujeto a un leño 
y por eso floto. 
Hubiera sido mejor 
que me hundiera,
a averiguar la verdad. 






Nená

3 comentarios:

  1. El roble caimán es un tipo de árbol del valle de Viñales, en Cuba, que tiene una particularidad: su densidad es mayor a la del agua. O sea, se hunde de toas toas.

    ResponderEliminar
  2. Desconocía lo que me has enseñado hoy, aunque sí sabía que hay troncos muy pesados que no flotan. Pero no entiendo bien el comentario, porque como lo que deduzco es tan amargo y poco gentil, y tú pareces tan comprometida con el ser humano, está claro que no debo de haberle cogido el sentido. En cualquier caso, mil gracias por pasarte por aquí, me gusta la facilidad que tienes de verbo -lo entienda o no siempre-.


    Nená

    ResponderEliminar
  3. Mi comentario no hace sino anudar de modo descriptivo la parte final de tu poema. Difícil sería agarrarte a un 'leño' (qué palabra más hermosa, aunque más me lleva al grupo musical casi desparecido) de roble caimán porque ni siquiera lo encontraríamos flotando. No es otra la intención del comentario, nada de amarguras y de escaseces en lo gentil. Quede esta aclaración, Nená. Un saludo.

    ResponderEliminar

Háblame