Siempre
sonríes,
siempre, y yo correspondo,
te
devuelvo la sonrisa.
Amable
me pareces, y
olvido
tu condición
de
barro,
tu
firme condición quieta.
Si
es esto la soledad,
¿Por
qué no me lo dijeron?
¿Por
qué nadie tuvo a bien
en
decirme que estaba
hablando
con una muñeca?
¿Por
qué me dejaron querer
a un
trozo de barro,
como
un leño en el agua
para
salir a flote?
Hubiera
sido mejor
que
me hundiera,
si
es todo lo que voy a tener
y
en el fondo:
Barro
o piel,
todo
anda quieto,
y
yo me sujeto a un leño
y
por eso floto.
Hubiera
sido mejor
que
me hundiera,
a
averiguar la verdad.
Nená
El roble caimán es un tipo de árbol del valle de Viñales, en Cuba, que tiene una particularidad: su densidad es mayor a la del agua. O sea, se hunde de toas toas.
ResponderEliminarDesconocía lo que me has enseñado hoy, aunque sí sabía que hay troncos muy pesados que no flotan. Pero no entiendo bien el comentario, porque como lo que deduzco es tan amargo y poco gentil, y tú pareces tan comprometida con el ser humano, está claro que no debo de haberle cogido el sentido. En cualquier caso, mil gracias por pasarte por aquí, me gusta la facilidad que tienes de verbo -lo entienda o no siempre-.
ResponderEliminarNená
Mi comentario no hace sino anudar de modo descriptivo la parte final de tu poema. Difícil sería agarrarte a un 'leño' (qué palabra más hermosa, aunque más me lleva al grupo musical casi desparecido) de roble caimán porque ni siquiera lo encontraríamos flotando. No es otra la intención del comentario, nada de amarguras y de escaseces en lo gentil. Quede esta aclaración, Nená. Un saludo.
ResponderEliminar