Una
mano en el charco
como
una hoja,
una
sombra, un ojo fugaz,
el
palmeteo de un ala
en
la copa y gotas en racimo
sobre un banco mojado.
Hoy
somos ayer como somos mañana,
el
mismo gris
con
menos peso.
El
cerebro se encoge con los años,
como
se arrugan las manos
pero
no es por la lluvia,
ojala
que así fuera.
Tú
naciste arrugado y torpe,
febril
perseguidor
de
causas ciegas.
La
causa la inventó el hombre,
como
el hombre inventó la idea,
pero
tú sacrificas al hombre por una causa,
como
si a ésta la hubiera parido
una
ley no escrita.
Posa
la mano en el charco como una hoja
y
siéntete menos necesario,
tu
cerebro necesita sol,
ya le
ha empapado demasiada lluvia.
Nená
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