Empédocles tuvo una visión,
no ya que la luz de la luna era un reflejo
–que ya lo contempló el sabio-,
sino que el hombre en su sangre
tenía cuatro raíces.
De Tales tomó el agua,
de Heráclito el fuego,
de Anaxímenes el aire, y
de Jenófanes la tierra.
Estas raíces internas
reconocían las externas
y si por Amor se unían,
por Odio se separaban.
Si la salud es la armonía
de esas cuatro raíces,
no nos alejemos de ellas,
no perdamos el norte
de nuestra propia naturaleza.
-¡Anda que tener que recurrir
a más de cuatro siglos antes de Cristo!-
Nená
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