domingo, 29 de abril de 2012


Son como sombras 
bebiendo de mi misma, 
las aparto cuando cansada 
quiero dormir. 
Siempre vuelven, 
regresan,  a veces invertidas, 
entre risas,  acercándose, 
alejándose,  jugando a 
enredar mi memoria. 
Al fondo del pasillo,  él sentado 
en un butacón y detrás un ventanal 
entre verdes rabiosos de prados 
superpuestos; 
ella en una cocina de carbón 
haciendo arroz con leche, 
moviendo con cucharón de palo 
un pote redondo enorme. 
Arriba,  al final de las escaleras, 
dos buhardillas,  una la empujo
y me cuelo,  armaduras antiguas, 
casas de muñecas,  espadas, 
lámparas de aceite y 
dos enormes ojos que me miran. 
Un grito,  algo alado roza mi cabello 
y todo da vueltas a mi alrededor. 
La buhardilla se hace eco 
de aquel interminable grito, 
y de aquel aleteo poderoso. 
Pero nunca sé si son sólo sombras. 




Nená

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