Hay
atardeceres con voz, 
como
esas muñecas de cordón 
que
repiten cosas, 
como
alboradas que llevan recados 
que
se clavan en lenguas, 
y
terminan soltándolos en cualquier parte. 
Hay
personas, que como conjuradores 
o
como esponjas, 
recogen
los ecos que la naturaleza 
desata
en la belleza de sus paisajes, 
y
si te acercas a ellos 
a
veces te los cuentan. 
Otras,  basta con respirarles bajito, 
o
mirarles lento y ser esponja, 
de
aquellas otras esponjas 
que
son capaces de cosechar los ecos 
que
la naturaleza libera 
sin
darse cuenta. 
Nená

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