-Tengo sueño, no puedo dormir, divago, divago, divago-
El tiempo dicta
las filas del colegio. Los turnos, las razones comunes, las intenciones, nos
deja voces afectivas sin estima, y hasta voces severas con afecto.
Qué fácil sería
ser línea recta, dar tanta vuelta y ver el minutero cómo se burla de uno, es cuanto menos enervante, pero vivimos rodeados de fórmulas de convivencias, no idénticas pero
si dentro de una misma escala.
Es complejo
llevarse bien con todo el mundo, supondría aceptar a cada uno tal como es, que dicho así, no
supone mucho esfuerzo, pero de algún modo también supondría que no
nos desagradase ninguna conducta.
Y si aceptamos que
eso último es mucho más complicado, y que hay personas que nos desagradan, ya no
sólo por su conducta sino por razones que no podemos explicar ¿por qué no evitarlas?
Lo curioso es que
hay dos tipos de personas, las que tienen ira y las que no.
Las que guardan
resentimiento, centran toda su furia en esos individuos -a menudo desconocidos-, pensando que tal vez esa diana les libere; las que no guardan ira, las evitan. Pero en definitiva las primeras, sólo piensan en sí mismas y en su alcance, sin
pararse a pensar que están tomando el pulso a otro ser humano, que no saben de
qué modo puede reaccionar, y que la educación nunca, NUNCA, es sinónimo de
debilidad.
La línea recta nos
ahorraría muchas situaciones estúpidas, donde el ridículo apura a más de uno
innesariamente. Supongo que ser estratega no es demasiado complicado, es igual
que ser educado, o correcto, es una cuestión de formas; pero lo que realmente
es difícil es implicarse, que realmente te importen los demás, tener interés
por el otro sólo porque es como tú, o porque intuyes que sufre, porque todo el
mundo necesita un abrazo y nadie debería
negárselo, mucho menos ir esputando bolitas de papel porque uno se
aburre.
La falta de capacidad para querer es algo que no deja de sorprenderme.
Qué fácil sería
ser línea recta.
Nená
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