viernes, 27 de abril de 2012


Aceites en la piel, 
resina y viento. 
La gubia trazó tus montes 
y mis llanuras 
con simetrías perfectas, 
dos mundos que debían unirse, 
hablar la misma lengua. 
Sólo había que encontrarse 
entre millones de mundos, 
planetas con ojos y bocas, 
que distraerían nuestra búsqueda. 
No iba a ser sencillo, 
las trampas,  las necesidades, 
la debilidad de los arrastres 
que el corazón atrapa, 
la vida que busca rincones 
para llenar sus cestas. 
Alguna estrella cruzaría  
el firmamento para cegarnos 
el alma,  cientos de 
bellos jardines como los 
de la isla de Circe, 
canciones tentadoras de sirenas. 
Si nos encontrásemos 
sería un milagro, 
un accidente, 
un golpe de oportunidad, 
o esa odiosa palabra 
que llaman destino. 




Nená

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