Aceites
en la piel,
resina
y viento.
La
gubia trazó tus montes
y
mis llanuras
con
simetrías perfectas,
dos
mundos que debían unirse,
hablar
la misma lengua.
Sólo
había que encontrarse
entre
millones de mundos,
planetas
con ojos y bocas,
que
distraerían nuestra búsqueda.
No
iba a ser sencillo,
las
trampas, las necesidades,
la
debilidad de los arrastres
que
el corazón atrapa,
la
vida que busca rincones
para
llenar sus cestas.
Alguna
estrella cruzaría
el
firmamento para cegarnos
el
alma, cientos de
bellos
jardines como los
de
la isla de Circe,
canciones
tentadoras de sirenas.
Si
nos encontrásemos
sería un milagro,
un
accidente,
un
golpe de oportunidad,
o
esa odiosa palabra
que
llaman destino.
Nená
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