martes, 28 de abril de 2015

Canción sencilla


Soy el aire 
entre las ramas más pequeñas, 
la caricia de los dedos 
que no culminan, 
la voz de la siesta y 
de la madrugada, 
la caricatura 
del que vence, 
del que aniquila. 
He sido el duelo y el mutismo 
de la lágrima, 
el grito sostenido 
con escuela, 
el verde 
que se sueña en la agostada, 
y el amor 
de unos cuantos arribistas. 
Sigo siendo 
la carne de lo avaros, 
de los sindientes  
el hambre desmedida, 
y la canción estremecida de los niños. 
Y seré un bajotierra, 
una funda de guitarra 
que ha soñado 
las palabras más y menos 
verdaderas, 
el sonido 
más allá de la entonada, 
el beso 
más allá de cualquier boca.  



Nená de la Torriente

miércoles, 22 de abril de 2015



MIÉRCOLES
Apenas sostengo unos gramos de amor 
y los pies me tiemblan. 
Negarse a vivir es de imbéciles 
-palabra que no develo ahora mismo- 
No es respirar involuntariamente, y 
dejarse caer cuesta abajo 
como un fardo informe, 
es obligarse a respirar hondo, 
desacompasado, 
con celeridad, 
con música, 
robarle a la vida los colores al hacerlo. 
Si tememos al albur, 
a toda suerte de accidente, 
al salto entre dos picos, 
rodaremos cuesta abajo como ese fardo 
cada vez más deprisa, 
hasta olvidar que un día supimos 
no contener la respiración, 
volcar los dientes en una carcajada, 
y anhelar el salto hacia delante 
subidos a un columpio de cualquier parque. 


Nená de la Torriente

martes, 21 de abril de 2015


Re.correr.

Me pregunto si puedo preguntar 
cuánto pesan las nubes, 
y al mirarme las manos 
caigo 
en 
la 
cuenta 
de que soy como ellas. 

Ruedo por el rucho 
enganchando tréboles 
y tallos de hierba. 

Sonrío como un niño pequeño.

Cuando llego al llano 
las piedras 
ya 
no 
me 
miran curiosas. 

Camino por el río 
como lo harían las hojas. 

Atrapo las burbujas  
que 
desprenden 
los 
peces 
de sus bocas. 


Llego a tu espalda de puntillas 
y me alojo 
en 
tu 
 cuello. 

Beso el temblor de tus labios, 
beso el dolor de tus sienes. 

Me aferro al bucle caprichoso de tu sexo, 
y cuando me quedo 
a dormir en tu ombligo 
entiendo 
que 
eres 
mío 
y yo de tu cuerpo, 
como el alma es de todas las cosas.




Nená de la Torriente

martes, 14 de abril de 2015


Me perdono. 

Ver volar las manos de tanto bosque 
y suplicar a la lluvia que caiga sobre mí, 
que empape la semilla 
de lo que pude ser y devoró el sol hasta la seca. 

Me perdono. 

Enredarme en tu torbellino 
y caer en la ingravidez de su centro, 
ser tu fuente y tu corolario, 
el beso dado con mordida de pantera 
que no sabe desprenderse. 

Me perdono. 

Amarte hasta que no haya un lugar 
que no te tenga en mi tacto, 
alzarte como bandera en todos los mástiles, 
y cantarte tanto 
que huyan todas las ideas 
que vivan para engendrar estigmas. 

Me perdono. 

Viajar hacia a tus manos 
sin pensar en el regreso, 
tus ojos en mis ojos como clavo de atraque, 
reconociendo como única pared  
aquella, sólo aquella,  
donde decidamos quedarnos a vivir. 




Nená de la Torriente

sábado, 11 de abril de 2015


A través de ti 
puedo ver todas las puertas 
con molduras de aire 
aquellas letras obedientes 
que no supieron escapar del vaho. 
Aceptaría huir de mi 
si tu mundo no fuese tan penetrable 
tan desierto. 
No quiero verme atrapada en otro reino 
como el mío, 
en otra voz 
a la que extirpar disfraces, 
en otro poema 
del que desertar por incomprensible. 
Tanto me dijiste 
que ahora temo más 
las vigorosas alas del ‘te prometo’, 
que los sin alientos del ‘no puedo’. 
En esto nos convertimos, 
en hojas desnudas 
mostrando fibrosas trincheras, 
ineficaces 
para buscar la luz entre las luces, 
el verdadero amor, 
la lucha por el otro. 
Inofensivas y grotescas primaveras 
pintadas 
para siempre 
en un sencillo e irrisorio cuaderno. 



Nená de la Torriente

jueves, 9 de abril de 2015


Han sido sus ojos como dos espinas dulces, 
verdes barcazas de punzante quilla 
los que me han engarzado a la ternura. 
El universo se mueve dentro de mí, 
diminutos puntos de luz 
resueltos a no extraviarse, 
uno por cada átomo 
y la vida allí donde cada uno. 
Me ha dado la mano bajo la lluvia 
acariciando mi pena sin darse cuenta. 
Dentro de esta casa cubierta de cuadros 
a los que arrebaté los lienzos, 
poco tiene sentido ya 
más que la extrañeza del pasajero que se muda 
a cada instante de asiento. 
Él y todos los atardeceres me olvidarán 
-dirán que no, pero lo hacen-, 
olvidarán el incendio de mis ojos, 
mi pelo enmarañado y casi hostil 
y hasta el brillo de los suyos al mirarme, 
pero hay un universo dentro de mí
agavillando y dispersando átomos 
que seguirá siempre agitándose. 



Nená de la Torriente

lunes, 6 de abril de 2015


No es que quiera despertar al lobo 

es que no sé cómo dormirle. 
Acércate a la ventana conmigo y mira  
el modo como construye el cielo 
su propio lenguaje, 
cómo se aleja del suelo indiferente 
y humedece con su lengua el aire. 
Donde prescribe la voz 
pierdo tu mirada, 
no siempre la razón me lleva 
a la orilla del río más hermosa. 
Los colores, las luces cambiantes 
viven en tus ojos, 
en mis ojos,
no en ese espacio infinito 
que nos sumerge aquí abajo,
entre palabras que quieren alcanzarlo
sin ningún éxito.
Bella sigue siendo esta fecha,
a pesar de mí, 
de ti, 
de todos.
Alas azotando cientos de hojas 
y un aroma de tímido calor
barriendo las aceras.
No dejo de mirar 
a través de las altas ramas
el azul intenso,
cuando a mi pupila le reclaman 
las aguas con furia,
tampoco a las efímeras sombras 
que hay en todo. 
Presiento que no soy otoño aún,
no soy otoño,
aunque me empeñe en llamarme invierno.


Nená de la Torriente

viernes, 3 de abril de 2015













Enredáis la palabra 
en busca de un poema perfecto 
¿está lo bello en la melodía extraña? 
No os entiendo. 
La tenencia ilícita de corazón 
debía de multarse. 
Es un arma cargada de eternidad 
que sale a la calle con aroma de clavo, 
y va rompiendo una y otra vez 
la débil membrana del ojo 
que anida en el pecho. 
Seguid con lo vuestro, 
con esa escatológica manera 
de reventar las cosas sencillas 
con vericuetos fonales. 
Seguid protegiendo el no-corazón 
con la soberbia del cazador de aplausos. 
Alejaros del arma capaz de hundir al hombre 
en la sima más profunda, y 
de hacerle creer 
que siempre fue un pájaro. 


Nená de la Torriente