viernes, 16 de diciembre de 2022

 


Déjame llegar hasta tu orilla, 

déjame perfumarte con aires de tierra, 

acaparar la distancia mínima 

entre la sal y la arena 

y gritar tu nombre. 

Déjame alcanzarte, detentarte. 

Mirar como tú miras 

por encima y por debajo 

de los tejados, 

rabiosamente iluminado 

 por tu franca contundencia. 

Recuérdame cada día 

que no se escribe para olvidar, 

que nadie lo hace, 

y déjame que no te olvide 

entre todas las cosas de este mundo. 

Déjame ser capaz todavía 

de engendrar a la nieve 

como de sobrevolar mis ausencias, 

sin la tormentosa agonía 

de este arriscado vuelo. 

 

Nená de la Torriente

viernes, 7 de octubre de 2022

 


Mi Cantabria. 


Algunos iremos a la deriva

no llegaremos a viejos.

Estoy en ti

pero cuando me alejo

disfrazo los ojos para que el alma

no me vea llorarte.

Los prados me visitan,

no los visito yo a ellos,

vienen y van y me abrazan

como las manitas de cientos de niños,

prietamente y al unísono.

Los amo, y es el mejor amor que conozco.

Algunos llegaremos al cielo

antes de llegar a difuntos,

apisonan los caminos rectos

y los dedos se acortan

en veredas de piedra.

Estoy en ti y te habito

sin ningún ropaje,

pero disfrazo los labios cuando me acerco

para que el alma

no me descubra,

ni una pena a la que llamar por tu nombre

para que no me oiga llorarte. 


Nená de la Torriente

lunes, 22 de agosto de 2022



Ya no importa lo que antes tanto importaba, 

la primera palabra al levantarse 

o la última 

sobre la cofa anudada al aire. 

Navegar escorados se convierte en arregosto  

y hasta se nos hace caprichosa la silueta, 

elegante, en medio de tanta inhiesta. 

De hacia qué costa o qué bahía 

ignora el alma, 

como el quién empuja o se inclina  

preterido a otros. 

Ya no importa lo que fue otros días 

deseo de fondear en aguas claras, 

ni importa el recuerdo de otras playas 

ni el coste de hacerse marinero. 

Importa vivir, 

aunque sea al viento y su capricho. 

Seguir respirando. 


Nená de la Torriente

miércoles, 8 de junio de 2022



Todo se mueve dentro del agua 

y todo invita a invadirlo, 

así el río contiene todas las cosas. 

Fuera se acabaron los guiños 

no coquetea más la mañana, 

dijo basta.  

Se han ido las gaviotas mar adentro 

y la retama seca los amarillos

en el camino a casa. 

Avergonzada la belleza se escapa

porque ya no somos niños, 

ondea con reproches 

su charolado infinito. 

Todo lo contiene el río, 

la mala memoria y la huidiza belleza, 

el resplandor, la idea, el beso, 

hijuela del amor que marcha. 

 El firmamento en él reflejado, 

aquellas alegrías... 

Si aún vas a venir 

ven a buscarme en el agua. 


Nená de la Torriente 


domingo, 17 de abril de 2022

 

Aún no sé si puedo escribirte, 
tengo el alma entumecida,  
encepada 
en cada uno de mis dedos. 

Desde qué mirada liberarte 
no lo sé, 
como no sé si lo que ahora veo es real 
 o soy yo quien pierde fronteras. 
 
                           Todo era legítimo entonces   
entre aquellas dos trenzas, 
cadenas seguras a las que convertir en alas, 
remos, velaje, ¡diluvios!  

Barandillas altas con las que alcanzar el cielo. 

                                ¿Dónde te fuiste? 
¿Dónde poder llamar al abandono por su nombre? 
¿Dónde esa mirada dulce facturó en negruras? 
¿Por qué me cuesta tanto ya verte? 

Nená de la Torriente

miércoles, 19 de enero de 2022


NUR

Le atrapó un verso,  

un espacio silencioso entre corchetes. 

Se encomendó a la sombra del poema, 

a los pies del descollante, 

hasta sentirse cómodo.  

Dibujó con el dedo 

la sublimidad de lo más nimio, 

tan ínfimo, tan tardo, tan contingente. 

Nadie más pobre 

pero nadie más feliz. 

A salvo 

dilapidó las palabras 

tabicando los silencios.  

Nombró uno a uno a los recuerdos 

consciente de su engaño, 

el bello vaivén de lo intangible. 

Nadie más oscilante 

pero nadie más feliz. 

Bromeó con el llanto, 

con el atropellado modo 

de vivir deprisa. 

Miró de reojo a la lluvia 

como si pudiera zafarse, 

a sus viejos zapatos, 

a sus manos vacías, 

y se sonrió. 

Estaba a solas con su mundo, 

sólo entre millones de universos. 

 

Nená de la Torriente