Abatida
sobre
una cruz de barro,
las
comisuras se llenan de un
llanto
de siglos de amargura;
por
todos los que se han dolido
a
solas, sin un abrazo.
Han
perdido
sin
saber lamentarse
y
han ido acumulando
montañas
de lodo sobre otras
cumbres
más altas.
Lloro
por los que ahora lloran,
lloro
porque no saben que estoy aquí
queriéndolos, sintiéndolos, esperándolos;
por
lo inútil que es el llanto a solas
que
te barrena por dentro.
Y
luego pienso, que en cualquier parte
de
este mundo en este preciso instante,
alguien
es tremendamente feliz,
y
por un momento sonrío
porque
esa fascinante felicidad
también es mía.
Nená
de la Torriente