Les
debo una canción
a
mis rincones de siempre.
Paisajes
plomizos
de
celaje cerrado.
Quieto
el viento y
el
croar del sapo
antes
de la tormenta.
Amo
la lluvia y la carrera
que
lleva hacia la tierra,
como
si quisiera
golpearse
en un camino
interminable,
y
seguir bajando
y
bajando
hasta
donde la marga
no
la detiene.
Y
ese prado verde
llamando
al agua,
dos
enamorados que
por
fin se encuentran
en
un derroche de amor
y
de violencia,
como
sólo puede ser el amor
cuando
es pasión y entrega.
Nená de la Torriente