Los
ríos no fluyen hacia las montañas
por
mucho que tú me lo cuentes,
ni
el sol sale por el oeste
aunque
me lo digas cien veces.
Esa
pertinaz manía de no valorar
al
de enfrente es dilatante,
como
un ‘andancio’ del norte, una epidemia.
Es de locos que repitan
los mismos pasos con zapatos
de números distintos,
escuchar
las mismas cosas
en
diferentes gargantas,
y aún así tener paciencia.
Ser
amable y generosa no es sinónimo
de
ser una estúpida e ignorante,
pero
siguen echando cuerda a la potencia
de
sus timbres, y
al
bronco eco de sus torsos,
y
así no hay quien baile, ni canapee
en
este fiestón de gorilas.
Nená
de la Torriente