Calma,
le digo a mi pulso
calma.
No
galopes, déjalo estar.
Ya
pasó, nada quiere,
no
aprendes nunca.
La
manteca se derrite a fuego lento
a
lenta vuelta, a giro lento.
Calma.
Detente.
Fallece.
El
agua aún es tibieza,
cien
medusas en el pelo,
cápsulas
de oxigeno se despiden
de
mi boca.
La
desmemoria.
El
tiempo arrestado.
La
oquedad de la caracola.
Nená de la Torriente